Este articulo fue publicado:Domene Verdú, José Fernando (2002): «Síntesis Histórica de las Fiestas de Moros y Cristianos», en el III Congreso Nacional de las Fiestas de Moros y Cristianos, Murcia, Caja de Ahorros del Mediterraneo, MI Ayuntamiento de Murcia, pp.
            Las fiestas de moros y cristianos están extendidas por casi toda la geografía española, ya que en 1985 se celebraban en 220 poblaciones pertenecientes a 21 provincias de nuestro país (Sirvent, 1986a, 169-172, Lucero, 1986; Pearce, 1986). E, incluso, rebasan nuestras fronteras, y se celebran en varios países de América (Sirvent, 1986b), adonde fueron llevadas por los conquistadores españoles. Y, en Europa, se celebran también en otros países mediterráneos como Francia ( Albert, 1994) e Italia. Pero, en el Levante español, las fiestas de moros y cristianos se distinguen de las demás por su espectacularidad y por dos elementos peculiares, las Entradas y la existencia de más de dos comparsas. Las fiestas más antiguas de esta variante levantina se localizan en un área geográfica muy concreta, que puede ser considerada como su zona nuclear y que se sitúa en el norte de la provincia de Alicante, concretamente en las comarcas de l’Alcoià, el Comtat y el Alto Vinalopó, y en algunas poblaciones de las comarcas limítrofes como Xixona, Mutxamel, Callosa d’en Sarrià, La Vila Joiosa, Petrer y Monforte del Cid, en la provincia de Alicante; Bocairent, Ontinyent y la Font de la Figuera, en la de Valencia; Caudete en la de Albacete y Caravaca de la Cruz en la de Murcia. Actualmente se han difundido por una gran cantidad de poblaciones levantinas.
            El origen de las fiestas de moros y cristianos está en la Edad Media como representaciones ficticias de los combates que estaban teniendo lugar durante la Reconquista, documentándose por primera vez en Lleida en 1150 con motivo de la Boda de Ramón Berenguer IV, Conde de Barcelona, con Petronila, hija del rey de Aragón Ramiro I el Monje, que tuvo como consecuencia la unión de Aragón y Catalunya. Esta «lucha de moros y cristianos» se ha situado erróneamente en 1137 en los esponsales, en vez de en la boda (Amades, 1966, 91), lo que no pudo ser porque Lleida no se conquistó a los moros hasta 1149 (Domene, 1998b, 213-215). Hasta el siglo XVI se celebran únicamente en ciudades grandes y organizadas normalmente pmr los gremios y, por tanto, con un marcado carácter popular, al menos a partir del siglo XVI, aunque a veces y siempre en la Baja Edad Media fueran organizadas por los nobles, como ocurrió en Jaén en 1463. Las fiestas de moros y cristianos se podían realizar con motivo de dos celebraciones distintas, las fiestas reales (nacimientos de príncipes, coronaciones y casamientos de reyes, victorias militares, tratados de paz, canonizaciones de santos y visitas- de personalidades) o religiosas (patronales), que es cuando suelen estar documentadas, aunque no lo puede descartar el absoluto que se celebraran también anualmente y de forma continuada ya desdg el siglo XVI, como se desprende a veces de la documentación existente, cmmo por ejemplo en las fiestas moros y cristianos de-Alicante de 1700, que son descritas en un texto que comienza afirmando que es la fiesta «propia de Alicante» (González, 1996b, 64). El hecho histórico que influyó en su celebración en la Edad Media fue, sin duda, la reconquista, aunque a partir de la conquista de Granada en 1492, y durante toda la Edad Moderna, también influyeron poderosamente en ellas los ataques de los piratas berberiscos a las costas peninsulares.
            En la Edad Media se celebran también, por ejemplo, el 25-7-1309 en Ceuta por el cumpleaños del rey de Aragón Jaime II, en Valencia el 7-8-1373, por la visita de los herederos de la corona, los Duques de Gerona, aunque no se llegó a realizar la naumaquia o combate naval que estaba previsto. Sin embargo, es a partir del siglo XV cuando aparecen amplísimamente documentadas, destacando por su importancia las celebradas en Jaén en 1463, con la presencia de una efigie de Mahoma y una conversión del Rey moro al cristianismo. Ya en la Edad Moderna, se celebraron en Murcia en 1495 en honor a San Patricio, siendo la primera vez que se documentan las Fiestas de Moros y Cristianos unidas a una fiesta religiosa. Se volvieron a celebrar en Murcia en 1488, esta vez por la visita de los Reyes Católicos, y son importantísimas las celebradas en Toledo el 6-5-1533, organizadas por los gremios de carpinteros y alba iles con un desembarco en el Tajo, las de Valencia en numerosas ocasiones (1586, 1762, etc.), las de Denia en 1599, organizadas por Alicante y con un combate naval o naumaquia, la de Valencia en 1586 por la visita de Felipe II, las de Valladolid en 1670 (Warman, 1972, 52), o las de Alicante desde 1599 hasta 1789 y documentadas en numerosas ocasiones, como por ejemplo en 1715 con una embajada por la ma ana y otra por la tarde en un castillo de embajadas, etc.). Se hicieron enormemente populares en los siglos XVI y XVII en sus más diversas variantes (comedias, autos sacramentales o representaciones de moros y cristianos), pero siempre con la denominación de «fiestas de moros y cristianos», hasta el extremo de que fueron llevadas a América por los conquistadores españoles, desde 1532 en que se documentan en Nombre de Dios (Méjico) y todavía se siguen celebrando. A veces colaboraban en su organización auténticos especialistas, como D. Ginés Pérez de Hita (Alonso, 1995).
            En la crónica del Condestable Don Miguel Lucas de Iranzo de 1463 se comprueba como la fiesta de moros y cristianos de Jaén que describe ya- tenía la misma estructura, el mismo argumento e incluso los mismos elementos que las actuales embajadas del área levantina: el parlamento, aunque en forma de una carta leída, las guerrillas o alardos, aunque en forma de juego de cañas o torneo entre caballeros, y la efigie de Mahoma, llamado Mahomad. E, incluso, esta representación termina con la conversión y el bautismo del «rey de Marruecos» al cristianismo, después de haber sido vencido por los cristianos en el juego de cañas, y con el lanzamiento de la efigie de Mahoma a la fuente de la plaza, igual que se hacía en Villena hasta principios del siglo XX. La presencia de un muñeco gigantesco representando normalmente a Mahoma, denominado algunas veces Aduar o Papaz, que se colocaba en lo alto del castillo cuando los moros lo conquistaban, se documenta también en Toledo en 1533, en Alicante en 1700 y 1732, en Alcoi en 1741 o en Orihuela en 1789. Pero de estas fiestas de Jaén de 1473 es el primer texto de embajadas conocido:

E como llegaron a él, después de le aver besado las manos diéronle vna carta bermeja, que decia en esta manera: «El rey de Marruecos, beuedor de las aguas, pacedor de las yeruas, defensor de la ley de Mahomad, guárdelo Dios con su mano la grande, saludes sobre vos el valiente y esforcado e noble cauallero don Miguel Lucas, condestable de Castilla (ónrrelo Dios, ampárelo Dios). Fago vos saber cómo oyendo la grant destuyción e derramamiento de sangre que vos, onrrado cauallero, aveys fecho en los moros del rey de Granada mi tio, delantero de los muchos trabajos, sufridor de los grandes miedos, guerreador contra los muchos cristianos (defiéndalo Dios, esfuércelo Dios de su esfuerço). E veyendo quel nuestro Mahomed asi nos oluida e el vuestro Dios asi vos ayuda, yo soy venido, con acuerdo e más principales caualleros de mi reyno, por ver la cirimonia de vuestra ley, que tanto nos es ofensiua. E porque si a vos placerá de mandar que oy vuestros caualleros cristianos con los mis moros jueguen las cañas, e si en aquesto como en la guerra vuestro Dios vos ayuda a leuar lo mejor, luego el nuestro profeta Mahomed e los libros de nuestra ley que conmigo mandé traer serán de mi e de mis moros renegados. E por mi e por ellos desde aqui me someto a ser a vuestra ordenanza e mandado, e de vos conoscer vasallaje, e de recebir vuestra cristiandad en el rio o do deuamos ser bautizados. Esforzado se or y noble Condestable, ónrrevos Dios, anpárevos Dios con su onrra e esfuerço».

La carta leyda, el dicho señor Condestable respondió a los dichos caualleros que le placia de buena voluntad. E luego caualgó, e mandó que todos los caualleros, que estauan en punto, viniesen a jugar las cañas con los dichos moros. El qual juego se fizo en la plaça de Santa Maria, por espacio de más de tres oras; tan porfiado, que ya los cauallos no se podian mouer, do andauan muchos braceros e muy desenbueltos caualleros.

 

E después que ovieron jugado las cañas, el rey de Marruecos, con todos sus moros, leuando su profeta Mahomed e su Alcorán delante, llegó al señor Condestable, e fízole vn razonamiento so la forma suguiente:

«Muy noble señor Condestable: Yo he visto e bien conocido que no menos en el juego de las cañas que en la peleas vuestro Dios vos ayuda, por do se deue creer que vuestra ley es mejor que la nuestra. Y pues asi es, yo e mis moros renegamos della y de su Alcorán, y del nuestro profeta Mahomed».
Y diciendo e faciendo, dieron con él e con los libros que trayan en tierra. E con muy grandes alegrias e gritos, e con muchos trompetas e atabales, fueron con el dicho se or Condestable por toda la ciudad fasta la Madalena. Y en la fuente della lançaron al su profeta Mahomed, y a su rey derramaron vn cántaro de agua por somo de la cabeça, en se al de bautismo; e él e todos sus moros le besaron la mano. E de alli toda la caualleria e grant gente de pié de onbres e ni os vinieron a la posada del dicho señor Condestable, con mucho placer e alegria, dando gritos e boces; do a todos generalmente dieron colación de muchas frutas e vinos.
          Las fiestas de moros y cristianos más importantes de la zona levantina en la Edad Moderna fueron, sin duda, las de Alicante, que se documentan en numerosas ocasiones entre 1599 y 1789 (González, 1996b, 48-80) y se nombran expresamente el castillo de embajadas en 1697 y las embajadas mismas en 1700 y en 1715, con castillo de madera y el Papaz o Aduar, que era un muñeco gigante que los moros colocaban en el castillo cuando lo ganaban y, por tanto, es el antecedente directo de «La Mahoma». Las dos embajadas se desarrollaban en un sólo día, hasta que en 1783 ya lo hicieron en dos días consecutivos, y esta es la razón por la que los alicantinos contemporáneos las consideraban como «la fiesta propia de Alicante, que llaman combate de Moros y Cristianos» (González, 1996b, 63), denominándola ’fiesta’ en singular porque las dos embajadas se desarrollaban en el mismo día. Se documentan sólo con motivo de las Fiestas Reales, pero se celebraba con continuidad porque era “la fiesta propia de la ciudad” (González, 1999, 173). Este carácter continuo de las Fiestas de Moros y Cristianos de Alicante lo confirman las Reales Cédulas de la Corona en las que se regulaba la organización de las Fiestas Reales. Así, por ejemplo, en la Real Cédula del 22-10-1783 se dice en el apartado VII que “podrá haber en dichas capitales por tres días aquellas diversiones públicas que sean más adaptables al genio y costumbres de los naturales …” (González, 1999, 277). Especial importancia para las fiestas levantinas tuvieron estas fiestas de moros y cristianos de Alicante, documentadas desde 1599 hasta 1789, porque influyeron en la extensión de este tipo de fiesta a otras ciudades cercanas más peque as (Alcoi en 1741, 1751 y 1753; Benilloba en 1747; Elx el 14-7-1754, el 16-8-1777 y el 29-12-1806, y Orihuela en 1789), que las tomaron como modelo. En 1741 se celebran de nuevo las Fiestas de Moros y Cristianos en Alcoy, tras haberse interrumpido durante varias décadas, y participan ya «Dos Compañías de Arcabuceros. La una de Christianos, y la otra de Christianos vestidos de Moros». Imitan a las Fiestas de Moros y Cristianos de Alicante, que fueron las más importantes durante la Edad Moderna (González, 1999).
            Pero las fiestas alicantinas son importantísimas para comprender las actuales fiestas y que han sido lamentable e injustamente olvidadas por los estudiosos de la fiesta, quizás porque muy pocos de los cuales han sido alicantinos. En efecto, en las fiestas alicantinas hay que ver el origen elementos actuales tan emblemáticos como «La Mahoma», el «Ball dels Espíes» de Biar, las comparsas de Romanos de las poblaciones en las que han existido, el «Desembarc» de la Vila Joiosa o el esquema festero de las fiestas de Alcoi, por poner sólo algunos ejemplos. No hay más que comparar el esquema festero de Alicante en 1715 (González, 1996b, 65-68) con el de Alcoi de 1741, que se ha mantenido hasta ahora, para comprender que las fiestas alcoyanas tomaron como modelo a las alicantinas (González, 1996b, 80) tras su reanudación tras el largo paréntesis (1706-1741) en el que no se celebraron por la prohibición de Felipe V.
            En las ciudades más pequeñas, que carecían de medios económicos suficientes para celebrar fiestas de moros y cristianos, las fiestas patronales y reales se celebraban desde finales del siglo XVI con la participación de la soldadesca en las romerías y en las procesiones disparando sus arcabuces. La soldadesca era la compañía de soldados que formaba Milicia General del Reino, creada en 1609 tras el fracaso de las Milicias Provinciales. Éstas habían sido creadas el 21-5-1562 por Felipe II para sustituir a las antiguas Milicias de Reserva, que a su vez habían sido creadas por los Reyes Católicos en 1496. La orden tiene fecha del 15-8-1609 y una copia se conserva en el Archivo Municipal de Sax. La soldadesca (Barrachina, 1995) tenía una organización militar que han conservado hasta la actualidad en las comparsas de las poblaciones con mayor tradición festera (disparos de arcabucería en las romerías y procesiones, ruedo de banderas, cargos de capitán, alférez y sargento, etc.). Las Milicias Provinciales han sido denominadas también llamadas Milicias del Reino, Milicias Urbanas o Milicias Concejiles, porque eran los concejos los encargados de organizarlas. Un antecedente suyo fue el I Cuerpo de Infantería de Valencia, creado por Carlos I a principios del siglo XVI para la defensa de la costa, dividiéndolo en tercios de 1.000 soldados y éstos en compa ías de 100 soldados cada una, armados de ballestas y arcabuces (Mansanet, 1981, 51). Pero fue sólo a partir de la creación de la Milicia General del Reino cuando la compañía de arcabuceros que la formaba tomó parte en las fiestas reales y patronales. Estas sucesivas milicias eran el ejército de reserva, y ya participaron en 1568 en la Guerra de las Alpujarras y en otros conflictos armados, así como en la defensa de las costas levantinas contra los ataques de los piratas berberiscos. La Milicia General del Reino, según el documento fechado el 15-8-1609 que se conserva en el Archivo Municipal de Sax, estaba formada por una o varias compa ías de cien soldados cada una, mandadas por un capitán, un alférez, un sargento y varios cabos, elegidos desde 1584 por el concejo de entre los hidalgos más relevantes, y cuatro cabos, que mandaban a 24 soldados cada uno de ellos. El capitán utilizaba una banda como distintivo, el alférez la bandera y el sargento una alabarda. Una de las misiones del alférez era la de ondear o rodar la bandera, para lo cual se les exigía destreza en su manejo ya desde 1505 (Barrachina, 1995). Los soldados eran elegidos de entre los vecinos de 18 a 50 años y podían ser piqueros, arcabuceros o mosqueteros, según utilizaran picas, arcabuces o mosquetes. Pues bien, la importancia de estas milicias para las fiestas de moros y cristianos fue que empezaron a participar en romerías y en las procesiones de las fiestas patronales de los pueblos con las cofradías gremiales en lo que en el siglo XVIII se empezó a denominar Soldadesca y que en el siglo XIX originará las comparsas. Participaban las procesiones y romerías disparando sus arcabuces por parejas delante de la procesión y vestidos «a la antigua española» (Arnedo, 1995), igual que se sigue haciendo en la actualidad en las poblaciones del Alto Vinalopó (Sax, Villena, Caudete, Biar, Castalla) y en Yecla, donde la soldadesca se conserva con mayor pureza y sin fiesta de moros y cristianos. La soldadesca empieza a documentarse a finales del siglo XVI y se generaliza en el XVII. Así, en Villena por ejemplo, participó una compañía de arcabuceros en el recibimiento de Felipe II a su paso por el Puerto de Almansa en 1586 y se documenta también en 1619, 1628, etc. El 11-4-1638 participó ya en la romería celebrada para traer a la Virgen a la ciudad en una rogativa por la sequía. En Petrer, aparece documentada una Compa ía de Armas en 1617, 1638, 1674, etc.; en Ontinyent en1652, y en Alcoi ya existía en 1569 y participó en las fiestas patronales en 1570, 1638, etc.;
            Pero la soldadesca se conserva en su estado más puro, además de en Yecla (Murcia), en tres poblaciones de la provincia de Guipúzcoa, Irún, Ondarribia (Fuenterrabía) y Antzuola, esta última de moros y cristianos (Urbeltz, 1995) . En todas ellas la fiesta en la que participan recibe el nombre de Alarde de Armas, o simplemente Alarde, que procede de la misma palabra que la alcoyana ’Alardo’. Y las fiestas o Alardes de estas tres poblaciones guipuzcoanas consisten en disparos con escopetas, en vez de con arcabuces, y en desfiles multitudinarios de las compa ías (6.000 festeros en Irún y 3.000 en Fuenterrabía) divididas en bloques con un solo cabo, es decir, idénticos a los que se realizan en Villena y Sax, sólo que sin moros.
            En 1505 se creó la Guardia Real y su primer jefe, Don Gonzalo de Ayora, exige a los caballeros aspirantes al empleo de Alférez «arrogante apostura y manejo de la bandera con donaire» (Barrachina, 1995). Encontramos aquí una clara alusión al juego con las banderas (Domene, 1996d), no sólo en el campo de batalla, sino también como movimiento de lo que hoy se denomina orden cerrado. A partir de entonces se documenta el ruedo de banderas, unido a las salvas de arcabucería y a los alardes de armas realizados por la soldadesca en distintas partes de la Península Ibérica, y se documenta ya por ejemplo en Ezkioaga (Guipúzcoa) el 8-9-1662 con el nombre de «ondear la bandera» (Urbeltz, 1995, 85 nota 33). En Levante, el ruedo de banderas o ball de banderes se ha conservado en un área mucho más reducida, ya que actualmente sólo se continúa realizando en algunas poblaciones del Alto Vinalopó (Villena, Sax, Caudete, Castalla y Onil). Este ruedo de banderas, junto con las salvas de arcabucería, son claramente un vestigio de los antiguos alardes militares que se celebraban en toda la geografía peninsular para que el Maestre de Campo, el capitán mayor u otra autoridad militar pasara revista a las tropas, realizando también un desfile militar (Va ó, 1982, 16).
            Pero algunos pueblos o ciudades pequeñas en las que celebraban soldadescas empezaron a celebrar también fiestas de moros y cristianos en el siglo XVII o en el XVIII, por influencia de las ciudades grandes, que ya las celebraban perfectamente organizadas por los gremios, y cuando sus medios económicos se lo permitieron. Así, las fiestas de moros y cristianos se a adieron a las fiestas reales y a las procesiones y romerías de la fiesta patronal, y la soldadesca que las acompa aba disparando los arcabuces comenzó a hacerlo también en las embajadas dividiéndose inicialmente en dos comparsas, una de moros y otra de cristianos, a las que en el siglo XIX se les a adieron otras más. Esta fusión de la soldadesca que participaba en las fiestas reales y patronales con las representaciones o «fiestas de moros y cristianos» se documenta en las ciudades peque as a partir de la 2ª mitad del siglo XVI. Así, tenemos que con motivo de fiestas reales se celebraron en Tarifa en octubre de 1571 por la visita del Marqués de Tarifa, en Tortosa el 25-12-1585 por la visita del rey Felipe II o en Denia, del 8 al 16 de febrero de 1599, adonde fueron llevadas por los alicantinos para celebrar la visita de Felipe II, siendo presenciadas por Lope de Vega. Con motivo de fiestas patronales, se celebraron ya en 1579 en Orihuela en honor de sus patronas las Santas Justa y Rufina (González, 1996b, 88) y, además, se celebraban con continuidad y anualmente, documentándose desde principios del siglo XVII en muchos lugares de la Península, como por ejemplo en Zugarramurdi (Navarra) en 1609 y en honor a San Juan (Urbeltz, 1995, 81), en Jumilla en 1614 y en los años siguientes en honor a Ntra. Sra. de la Asunción, de forma anual y con castillo de embajadas incluido (Lozano, 1990), o en Caudete en 1617 con la representación de la Comedia Poética, que fue el origen de los actuales Episodios Caudetanos. No hay que olvidar las fiestas de moros y cristianos en honor al patrón descritas en la Vida y hechos de Estebanillo González, novela anónima publicada en 1646 (Salvá, 1958, 75-76).
            En el siglo XVIII, las fiestas de moros y cristianos se extienden a nuevas poblaciones de la provincia de Alicante, influidas por las fiestas alicantinas y tomándolas a éstas como modelo. Así, en Alcoi la aparición de las embajadas, y por tanto de fiestas de moros y cristianos, no ocurre hasta 1741, porque las fiestas alcoyanas de 1668 descritas por Vicente Carbonell en su «Célebre Centuria» se han de considerar como simple «soldadesca de moros y cristianos» al carecer de embajadas y de castillo de embajadas: «Precisando más, en 1668 Alcoy nos ofrece lo que era un «Castillo de Fuegos«, sin ninguna relación con los Moros y Cristianos» (Va ó, 1982, 26). En 1741 la fiesta alcoyana comienza a realizarse, según el Cronicón del P. Picher, ya con embajadas y por tanto como fiesta de moros y cristianos, y adopta la misma estructura y elementos que las documentadas en Alicante el 18-7-1691, el 22-1-1715 y el 25-7-1732 (las dos embajadas en el mismo día, una por la ma ana y otra por la tarde, un castillo de madera y el Papaz o Aduar), con una consiguiente y evidente influencia de las fiestas alicantinas. Esta influencia alicantina fue decisiva y se demuestra por la presencia de «barcas y pertrechos marítimos», que no tienen sentido en una ciudad del interior como Alcoi pero que se utilizaban normalmente en los Desembarcos de las fiestas alicantinas (Mansanet, 1981, 58). En 1747 se celebran en Benilloba en honor a San Joaquín y en 1756 y 1777 están documentadas en Elche en honor de la Sangre de Cristo. En Biar se documentan ya en 1802 y 1803, con la representación de una Comedia, y en 1806 como Fiestas de Moros y Cristianos, en Banyeres ya se celebraban en 1792, y en Onil se construyó el primer castillo de embajadas en 1799.
            En otras poblaciones, en cambio, se representan comedias, bien de moros y cristianos o bien referidas a la Patrona de cada pueblo con la intervención de personajes moros, como es el caso del Lucero de Caudete, la Comedia de Diego de Ornedillo, que se utiliza en la Conversión de Villena (Domene, 1993, 1994, 1996c) y en otras poblaciones andaluzas, o la comedia titulada «Los reflejos esclarecidos de el sol coronado de Astros, María de las Virtudes, en el cenit de Villena«, escrita por el villenense D. Rodrigo Gabaldón y editada póstumamente en 1757 (Soler, 1953). Esta comedia, dividida en dos partes con 3 jornadas cada una, se representó en la iglesia de Santiago durante el siglo XVIII y relata toda la leyenda de la proclamación y aparición de la Virgen de las Virtudes, en la primera parte, y los milagros que se le atribuyen, en la segunda, finalizando con la leyenda del milagro del cautivo de Argel y la conversión al cristianismo del moro que lo acompa aba (Soler, 1953). Esta comedia es del mismo género que El Lucero de Caudete, que al modidicarse en el siglo XIX originó los actuales Episodios Caudetanos y que también se celebraba anualmente al menos desde 1617 con el título de «Comedia Poética», es otra variante de la misma fiesta, la de autos sacramentales o comedias de moros y cristianos celebradas anualmente y unidas a la fiesta patronal. Al modificarse en el siglo XIX, tras la construcción del primer castillo de embajadas en 1814, originó los actuales Episodios Caudetanos, que tuvieron algunas modificaciones más (1867, etc.). Estas comedias y autos sacramentales tenían una función eminentemente didactica y fueron una consecuencia de la Contrarreforma, tras el Concilio de Trento (1545-1563), con el fin de divulgar entre la población los principales dogmas católicos (la virginidad de María, etc.). Y a la contrarreforma se debió también la potenciación de las fiestas religiosas (Semana Santa, Corpus Christi, etc.) y de las procesiones y representaciones religiosas en la calle, que es la razón por la que empiezan a aparecer las fiestas de moros y cristianos unidas a las fiestas patronales precisamente en la 2 mitad del siglo XVI. Y, lo mismo que la soldadesca y las fiestas de moros y cristianos en general, estuvieron motivadas por el recuerdo de la Reconquista (sobre todo de la conquista de Granada), por los ataques de los piratas berberiscos a las costas levantinas y por la expulsión de los moriscos en 1609, en la que participaron las milicias provinciales, así como también se observa cierta influencia de algunos procesos de la Inquisición seguidos contra moriscos y conversos (Domene, 1994; Vilar, 1994).
            El siglo XIX trajo importantes cambios en las fiestas de moros y cristianos, como consecuencia de los cambios históricos que ocurrieron, principalmente el fin del Antiguo Régimen y el comienzo del Régimen Liberal y del incipiente desarrollo económico. En efecto, el fin del Antiguo Régimen conllevó la sustitución de la monarquía absoluta por la monarquía constitucional y ello trajo como consecuencia la supresión de las fiestas reales, con motivo de las cuales se celebraban mayoritariamente las fiestas de moros y cristianos. Pero también conllevó la abolición de los gremios en 1813 y, como los gremios eral los encargados de organizar las fiestas de moros y cristianos en las grandes ciudades (González, 1996a), su abolición supuso irremediablemente, junto con la supresión de las fiestas reales, la desaparición de dichas fiestas en las ciudades más grandes (Valencia, Alicante, Orihuela, etc.) porque en ellas eran organizadas por los gremios. Sin embargo, se conservó en Elx, donde se documenta en 1867, en Alcoi, engrandeciéndose como consecuencia del auge de la industria textil, y en las poblaciones más pequeñas en las que, paradógicamente, se potenció a partir de la 2ª mitad del siglo, extendiendose asímismo a otras poblaciones que ya tenían soldadesca. La causa directa de esta extensión de principios del XIX hay que buscarla que la Guerra de la Independencia (1808-1813), que originó un paralelismo entre los franceses y los moros de nuestras fiestas, todos ellos invasores y vencidos al final. En efecto, nada más finalizar la guerra, se construye el castillo de embajadas de Caudete en 1814. También se extienden como consecuencia de dicha -guerra,-a la provincia de Jaén (Carchelejo, Campillo de Arenas, Bélmez de la Moraleda y Alcalá la Real) desde las Alpujarras granadinas, donde ya se realizaban desde el siglo XVII o XVIII (en Zújar el texto data de 1715), y así lo demuestran el traje de los cristianos de Carchelejo, que es de época napoleónica, y el texto de embajadas de esa misma población, en el que se nombra como contémporáneo al rey Fernando VII, igual que se nombra en otro lugar del texto también a Juan Carlos I y, en años anteriores, a Franco.
            Pero a lo largo del siglo XIX las fiestas levantinas se diferencian de las andaluzas y de las del resto de la Península Ibérica. En efecto, es en el siglo XIX cuando, al unirse de forma generalizada estas fiestas de moros y cristianos a la soldadesca preexistente, al norte de la provincia de Alicante surge y se desarrolla la variante levantina de la fiesta, que se caracteriza por la arcabucería, los desfiles o «Entradas» y por la existencia de varias comparsas, que surgieron en el siglo XIX de las antiguas compa ías de arcabuceros. La causa de esta diferenciación de las fiestas levantinas es clara, ya que se basa en un dasarrollo por motivos básicamente económicos, que permitieron construir castillos de embajadas, nuevas comparsas con nuevos trajes, mayor número de actos festeros y mayor participación de la población en las comparsas. Y, en efecto, hubo un desarrollo económico que tuvo su mayor exponente en Alcoi, con la industralización basada en la industria textil, siendo esta ciudad precisamente la que ejerció la mayor influencia en las demás poblaciones cercanas, lo que explica que las fiestas se desarrollaran al norte de la provincia de Alicante. En efecto, es a finales del siglo XIX (Onil, Biar, Banyeres) o en la primera mitad del XIX (Petrer, Villena, Beneixama, Sax, Xixona, Ibi, Castalla, Cocentaina) cuando esa fusión entre la soldadesca preexistente y las representaciones de moros y cristianos se generaliza al norte de la provincia de Alicante, con la construcción de los primeros castillos de embajadas y la creación de nuevos textos de embajadas a principios de siglo, como el actual de Villena, Sax y Petrer (1808-1815), que fue también el de Alcoi hasta 1838 en que se sustituyó por el actual (Domene, 1995a), y el del Despojo (Domene, 1996c; 1997b) de Banyeres y Bocairent (1808-1813). Estos nuevos textos sustituyeron o se a adieron a los textos preexistentes del siglo XVIII, como el texto primitivo de Onil, que pudo ser originario de Alcoi (Domene, 1996a), el Lucero de Caudete, la Comedia de Diego de Ornedillo titulada Coloquio al Santo Nacimiento de nuestro Se or Jesu-Christo entre un Moro y un Christiano, que se utiliza en la Conversión de Villena y en otras poblaciones andaluzas, o la comedia titulada Los reflejos esclarecidos de el sol coronado de Astros, María de las Virtudes, en el cenit de Villena, escrita por el villenense D. Rodrigo Gabaldón y editada póstumamente en 1757. A finales del siglo XIX se documentan ya las fiestas de moros y cristianos en Banyeres (1792), Onil (1799) y Biar, donde se documentan en 1802 con la representación de una Comedia, en 1803 como Fiestas de Moros y Cristianos con la Comedia mencionada y en 1806 ya con el mismo esquema festero que en 1838 (Semanario Pintoresco Español, 5-5-1839) y que en la actualidad. En 1821 se empiezan a hacer fiestas de moros y cristianos en Petrer, en 1841 en Beneixama y en el primer tercio del siglo en Villena (Zapater, 1974, 98-99; Gotor, 1992), donde ya se trae la Mahoma de Biar en 1838 y se nombran expresamente como fiestas de moros y cristianos las de 1845 (Domene, 1992a, 1992b). En la segunda mitad del siglo XIX empiezan a extenderse las fiestas o se reestructuran al sur de la provincia de Valencia (Ontinyent y Bocairent en 1860) y a otros de la de Alicante (Cocentaina en 1853, Muro antes de 1870, la Vila Joiosa en 1876, Monforte en 1881, Elda en 1864 hasta 1883).
            Pero, en las embajadas y guerrillas o alardos de todas estas poblaciones a las que se habían extendido, empezó a participar la soldadesca disparando sus arcabuces para escenificar la batalla que en ellas se representa, porque era la soldadesca la que ya utilizaba dichas armas en la fiesta religiosa. Y, en dichas embajadas, la batalla se establece entre dos bandos antagónicos, los cristianos y los moros. Como consecuencia de ello, tuvo que aparecer una comparsa de moros que se enfrentara a los cristianos y la antigua compañía de arcabuceros que formaba la Milicia General del Reino, denominada comúnmente soldadesca, se convirtió automáticamente en la comparsa de Cristianos, conservando todos los elementos y características propias de la antigua milicia, como el traje militar, los cargos de capitán, alférez, sargento y cabo y, en algunas poblaciones como Villena, la posición en el último lugar en la procesión y luego en los demás desfiles para conservar el privilegio de desfilar delante de la del Patrón o de la Patrona. La nueva comparsa de Moros también adoptó la misma estructura y cargos, aunque utilizó un traje “a la turca”. En algunas de estas poblaciones, este traje “a la turca” de la comparsa de Moros recibió la influencia de los Mamelucos que acompañaban al ejército francés en la Guerra de la Independencia, como las comparsas de Moros Viejos de Villena, Sax o Beneixama (con pantalón de color rojo), como se puede comprobar en el conocido cuadró de Goya del “2 de mayo”.
            Las fiestas de Banyeres, y ya en la 2ª mitad del siglo XIX las de Cocentaina, Bocairent, Ontinyent, Muro y la Vila Joiosa, adoptaron claramente el esquema festero alcoyano, con un día específico para cada unode los 3 elementos de las fiestas, pero casi todas las demás adoptaron un esquema distinto, basado en las dos romerías o procesiones de traslado de la Patrona o del Patrón desde su Ermita a la ciudad y en el que se mezclan esos 3 elementos en cada uno de los días de fiesta, realizándose cada embajada en un día diferente y la segunda embajada siempre antes de la procesión general. Las fiestas más antiguas de este modelo son las de Biar, documentadas ya en 1802 y que conservan elementos interesantísimos como el Ball dels Espíes y la Mahoma, que se documentan también en las fiestas de Alicante, pero no en las de Alcoi, por lo que es evidente las fiestas de Biar recibieron una influencia directa de las de Alicante de 1783, que ya celebraron cada embajada en un día distinto (González, 1996b, 75-76), y a su vez influyeron en otras poblaciones cercanas. Por ello, se pueden distinguir dos focos de irradiación distintos en la 1ª mitad del siglo XIX, Alcoi y Biar, que extendieron sus respectivos esquemas festeros a los pueblos más cercanos, Alcoi a Banyeres, Bocairent, etc. y Biar a los demás pueblos del valle del Vinalopó, sobre todo a Villena en la reestructuración de 1839 y a Beneixama en 1841, que son las que tienen exactamente el mismo esquema festero que Biar. Aunque en Villena, Sax y Petrer se adoptó el texto de las embajadas de Alcoi anterior a 1838 (Domene, 1995a, 1996b, 1997a), la influencia de Biar a Villena es evidente por la similitud de sus esquemas festeros, por la cesión a Villena de la Mahoma de Biar, que ya se realizaba en 1838 y continúa en la actualidad, y por la carta de 1868 del Ayuntamiento al Gobernador Civil de Alicante en la que se le dijo expresamente que «con motivo de la proximidad del pueblo de Biar, en donde también desde hace muchos años celebran fiestas con soldadesca de moros y cristianos, se introdujo en esta ciudad la misma costumbre, y a su imitación se construyó un castillo de madera que se coloca en una de las plazas de esta ciudad la víspera de las fiestas». La influencia posterior, sobre todo en las comparsas, se invirtió, siendo de Villena a Biar durante la 2 mitad del siglo XIX y en el siglo XX, aunque en este periodo la influencia alcoyana afecta a todos los pueblos, siendo Villena un foco de influencia secundario, como es evidente en las comparsas de poblaciones como Biar, Petrer o Elda, por ejemplo.
            En este desarrollo de las fiestas levantinas, que las diferenció de las andaluzas y del resto de la Península, destacó la aparición de nuevas comparsas que a adieron a las dos primitivas, la de Moros y la de Cristianos, quedando esta última como heredera de la antigua soldadesca. Este fenómeno se inició en Alcoi, que era la ciudad más industrializada y de mayor poder económico, y se caracterizó durante todo el siglo XIX por su absoluta falta de historicidad y por el evidente desinterés de los festeros por el rigor histórico de las nuevas comparsas y nuevos trajes que aparecían.
            Tanto las comparsas de Moros como las de Cristianos de todas las poblaciones recibieron una fuerte influencia de los Gastadores militares a partir de 1768 (Arnedo, 1992), en que se promulgaron las Ordenanzas Militares de Carlos III, lo que determinó que se añadieran las barbas, la mochila, el pico y el delantal de color marrón o negro en el traje de las comparsas que aparecieron antes de la década de 1870, porque en las ordenanzas militares de 1859 se eliminaron todos estos elementos (Arnedo, 1992). Sin embargo se han conservado en las comparsas más antiguas de Alcoy, Villena Beneixama y Bocairent, al igual que en las compa ías de Hacheros de Irún y Fuenterrabía. Y la influencia militar se reflejó también en la aparición en nuestras fiestas de dos desfiles como la Retreta y la Diana, que tienen un claro origen militar (Barrachina, 1994) y se documentan desde 1837 en Alcoi (Espí, 1987). A principios del siglo XIX, la Guerra de la Independencia tuvo una importante repercusión en las fiestas. Así, la comparsa de Cristianos de Villena, igual que la de Biar, Sax y Caudete y la Soldadesca de Yecla, sustituyó el traje «a la antigua española» (Arnedo, 1995) del siglo XVII por el «traje usual de los labradores», según el documento de 1868). Sin embargo, en Biar, y presumiblemente en Villena, el traje «a la antigua española» se mantuvo en el capitán y el alférez y en ambas poblaciones se recuperó en la década de 1870, mientras que en Sax, en Caudete y en la Soldadesca de Yecla se ha seguido utilizando el «traje usual de los labradores» hasta la actualidad (Soler, 1985, Octubre). En Villena, el traje «a la antigua española» de la comparsa de Cristianos se sustituyó en 1964 por el actual (Soler, 1993). La denominación Soldadesca de Moros y Cristianos se mantuvo durante todo el siglo XIX y, en Villena concretamente, hasta 1900, porque fue ese el último año que se disparó en la Procesión General (Domene-Sempere, 1989, 59). La influencia militar también fue decisiva en la forma de desfilar, ya que originalmente las comparsas y filaes se dividían en dos partes como en el Ejército, la Escuadra de Gastadores, formada normalmente por 8 festeros que llevaban mochila con manta enrollada, pico, delantal, manguitos y barbas postizas como los Gastadores militares, y la tropa, que prescindían de estos elementos y llevaban en su lugar la manta desplegada alrededor del cuello en las comparsas anteriores a 1859, y capa y lanza en las posteriores a esa fecha (Domene, 1998c). Esta forma de desfilar se ha conservado perfectamente en la comparsa de Marruecos de Villena (bloque de mochilas y bloque de capas blancas), pero en las demás comparsas antiguas de todas las demás poblaciones sólo se ha conservado una de las dos partes. Y así, mientras en las escuadras de las filaes más antiguas de Alcoi y en las comparsas de Moros Viejos, de Moros Nuevos y de Cristianos (antes del cambio de traje en 1964) de Villena se han conservado sólo la uniformidad de las respectivas escuadras de gastadores, en las comparsas de Moros o de Moros Viejos de otras poblaciones como Sax, Beneixama, Banyeres o Bocairent lo que se ha conservado es la uniformidad de la tropa. En las comparsas de Moros Viejos y Moros Nuevos de Villena, no obstante, se utilizó hasta bien entrado el siglo XX (probablemente 1923) la uniformidad de la tropa para disparar, denominándose popularmente como «el traje de tirar» y los malditos de las fiestas de Alcoi, que van andando en dos filas delante o detrás de la escuadra de la filà, también tienen su origen en la tropa de los antiguos desfiles.
            Como consecuencia de la proliferación de comparsas, a finales del siglo XIX y a principios del XX apareció en la mayoría de los pueblos La Entrada, que era un desfile adecuado para que éstas se pudieran lucir, y lo hizo por influencia alcoyana. La Entrada no existía en ninguna población excepto en Alcoi, aquí desde 1741 como paseo de capitanes (Mansanet, 1981, 59), y en cada pueblo surgió en unas circunstancias determinadas. Así, en Villena, donde ya existía en 1884 (Domene-Sempere, 1989, 102), apareció para que las comparsas fueran a esperar a la Virgen que venía en romería desde el Santuario, y esa es la razón de que la Entrada y la Romería se realicen simultáneamente en la tarde del 5 de septiembre (Domene-Sempere, 1989, 102-103). En Petrer, sin embargo, surgió de la transformación de una Diana, y esa es la razón de que se realice por la ma ana.
            Y la aparición o el desarrollo del desfile de la Entrada conllevó dos innovaciones significativas en las fiestas de moros y cristianos, que se iniciaron en Alcoi y luego se extendieron a todas las demás poblaciones festeras a lo largo del siglo XX. Una de ellas fue la potenciación y el realce de los cargos festeros de capitán y alférez con la aparición de los boatos, innovación ésta que ocurrió en la primera década del siglo XX y se limitó a la ciudad alcoyana, extediéndose a algunas poblaciones próximas a Alcoi (Ibi, Cocentaina, Ontinyent) tan sólo en el último cuarto del siglo, diferenciando así los dos modelos de fiesta que existen actualmente en el área levantina, el alcoyano, más conocido fuera de nuestra región pero más limitado geográficamente, y el del valle del Vinalopó, que es el más generalizado. Evidentemente, la causa que motivó este realce de los cargos festeros alcoyanos fue sin duda la importancia industrial textil y papelera de Alcoi y la consiguiente consolidación de una clase burguesa poderosa que aprovechó las fiestas de moros y cristianos para demostrar su poder económico al resto de la población, ya que el coste económico de los boatos hizo que monopolizara el acceso a los cargos festeros y que estos fuesen prohibitivos para las clases más humildes. La segunda innovación que se produjo en Alcoi a finales del siglo XIX y principios del XX fue la preocupación por la historicidad y el rigor histórico de las filaes y de los trajes festeros, que fue promovida desde la Asociación de Sant Jordi ya desde finales del siglo XIX, en el art. 82 del reglamento de 1888 y en el art. 81 del reglamento del 1900 (Mansanet, 1981, 96), según el cual «el diseño habrá de corresponder a tipos – tanto cristianos como moros – que hayan existido en la Península durante las épocas de la dominación árabe y de la Reconquista». Esta innovación se extendió también a otras poblaciones, pero ya a partir de la 2ª mitad del siglo y de una forma más superficial, coincidiendo con el auge económico y la aparición de una burguesía industrial local que imita a la alcoyana en el aspecto festero.
            Pero es en el último cuarto del siglo cuando se produce la verdadera transformación de las fiestas de moros y cristianos que la ha conformado tal como son en la actualidad, motivada por el auge económico (desde los años sesenta pero, sobre todo, en los ochenta), caracterizada por el auge del desfile de la Entrada, en detrimento de otros actos festeros, y que se puede resumir en dos fenómenos: la masificación de las comparsas y la historicidad de sus trajes. De esta manera, la Entrada ha alargado considerablemente su duración y, en la mayoría de las poblaciones, se ha duplicado, repitiéndose normalmente el día siguiente y con el orden inverso de las comparsas. Así, en Villena por ejemplo, la Entrada ha pasado de duran 45 minutos a finales del siglo XIX y dos horas y media en la posguerra, a 4 horas en los años ochenta y a las 6 horas actuales (Domene-Sempere, 1989, 38, 102-103). Pero todavía dura más en otras poblaciones, que incluso tienen un número mucho menor de festeros, llegando a las 10 horas en Ontinyent. La duplicación de la Entrada se inició en Villena con la creación en 1955 de la Cabalgata, desfile nocturno en orden y recorrido inversos a los de la Entrada, con el fin de sustituir a una Retreta (Domene-Sempere, 1989, 108). A partir de entonces, la idea cundió en otras muchas poblaciones. La causa de este auge de la Entrada y de los desfiles análogos está en los dos fenómenos mencionados, la masificación de las comparsas y la historicidad de los trajes por medio de las escuadras especiales.
            La masificación ha sido la verdadera característica de los últimos años, con un aumento espectacular del número de festeros que ha conllevado la popularización de la fiesta y la participación en ella de todas las clases sociales y todos los sectores de la población, convirtiéndola así en un auténtico fenómeno de masas y una verdadera expresión de la cultura de los pueblos, que implica a la casi totalidad de la población de los que se ha producido, ya que abarca a la cuarta parte e incluso a un tercio de ella. Un ejemplo paradigmático puede ser el de Villena (Gil-Martínez, 1993, 1994), donde se ha pasado de algo más de dos mil festeros en la década de los setenta a más de seis mil a mediados de los ochenta y a los 10.594 con fecha 4-9-1995 (un 33% de la población), de los cuales 9.843 desfilaron en las fiestas de ese año. Un caso significativo ha sido el crecimiento desmesurado de algunas comparsas, como por ejemplo la de Estudiantes, que ha pasado de 535 socios en 1985 a 1.654 en 1995, y que ha situado a 4 comparsas villenenses por encima de los mil socios (Estudiantes, Piratas, Labradores y Andaluces) mientras que la comparsa más pequeña contaba con 192 festeros. Y lo mismo ha ocurrido en las demás poblaciones, habiendo influido en ello la incorporación masiva de la mujer a la fiesta, que en Villena se ha producido sólo desde 1988. Sin embargo, este fenómeno no ha ocurrido en Alcoi y en los pueblos que han recibido su influencia, como Cocentaina o Ibi, que siguen manteniendo un número de festeros relativamente bajo con relación a su población. Así, por ejemplo en Alcoi, el número de miembros de las 28 filaes en 1993 era de 5.137, de los cuales solamente 3.673 eran festeros, siendo La Llana la filà  más numerosa con sólo 340 festeros y la menos, la filà Marrakesch con 65. En Ibi, el total de festeros sólo suma unos 1.300, menos que dos de las 14 comparsas de Villena. La razón de esta diferencia de participación es eminentemente económica (Martínez, 1994) y hace que la participación en las fiestas del modelo alcoyano sea prohibitiva para las clases más humildes y, por tanto, exclusiva de las clases de renta elevada.
            La segunda gran innovación de las fiestas en el último cuarto de siglo es la mayor historicidad de las comparsas y de sus trajes, que se ha producido a través de un fenómeno que se ha generalizado en este periodo, como es la proliferación de las llamadas escuadras especiales. Las escuadras especiales aparecieron en Alcoi a principios de siglo formando parte del boato de los cargos festeros y con el nombre de esquadres de negres, que eran en total 4, dos por cada bando, y se aumentaron después a 6 con la incorporación de las 2 esquadres del mig. Se imitaron en otras poblaciones ya desde los años veinte pero en los años sesenta empiezan a aparecer escuadras que no son de negros, sino de moros o de cristianos, y cuyos trajes tendían a tener mayor rigor histórico que los tradicionales de las comparsas y se estrenaban cada año. Como consecuencia de la masificación de las comparsas, los festeros sienten la necesidad de organizarse en pequeños grupos que desfilan como escuadras especiales, estrenando trajes todos los años o bien alquilándolos en otras poblaciones. Ayudado por el auge económico, el fenómeno se generalizó en los años setenta y, sobre todo, en los ochenta hasta el punto de desaparecer totalmente los trajes tradicionales de los desfiles en algunas poblaciones, como Elda por ejemplo. En otras poblaciones, como Villena, se limitó el número de escuadras especiales a una por cada 100 festeros, con el fin de preservar los trajes tradicionales de las comparsas, mientras que en Alcoi se han mantenido invariables las 6 esquadres de negres. La misma función que las escuadras especiales la han realizado también los ballets históricos que participan en las Entradas, principalmente en los boatos de los cargos festeros. Los trajes alcoyanos de las escuadras especiales y ballets, de colores oscuros y a base de pieles y metales, se acercan a la figura antropológica del ’hombre salvaje’, como el basajaun de la mitología vasca (personaje mitológico que habita en el interior del bosque y está dotado de poderes portentosos), aunque la generalización de esta tendencia en los trajes alcoyanos en los últimos años se podría explicar también por la influencia del cine histórico-fantástico americano actual, influenciado a su vez por el mundo del comic. La masificación de la fiesta y, sobre todo, el auge de las escuadras especiales promovió una auténtica industria de confección y comercialización de los trajes de escuadras especiales en algunas de ellas, creándose multitud de puestos de trabajo y celebrándose para tal efecto la exposición denominada Expofiesta, en Villena en 1982 y 1983 y en I.F.A. a partir de 1994. Hay que señalar que los trajes algunas escuadras especiales tienen un coste económico equiparable al de las fallas valencianas de categoría especial y superior al de las fogueres alicantinas más caras.
            La mayor historicidad de la fiesta se ha reflejado también en la música festera, con la sustitución de las marchas militares y de los pasodobles de tipo militar o festivo por marchas moras o marchas cristianas en época muy reciente. La primera marcha mora conocida es la de la zarzuela Moros y Cristianos, de J. Serrano, estrenada en 1905, seguida en 1907 por Aben Amet o Abencerrage, del alcoyano Antonio Pérez Verdú, que se hizo en seguida muy popular en Alcoi, pero el verdadero creador de la marcha mora moderna fue el contestano Gustavo Pérez Pascual, autor asímismo del celebérrimo pasodoble Paquito el Chocolatero (1935). La marcha mora Chimo, compuesta por J.M. Ferrero en 1963, conllevó también un cambio en la concepción de este género musical e influyó en todas las marchas moras posteriones. Sin embargo, tardaron mucho tiempo en extenderse a los demás pueblos festeros y alguno, como Sax, se ha mantenido hasta ahora fiel a la tradición de la Marcha Militar y del pasodoble. En Villena, también se ha conservado muy vivo el pasodoble militar, sobre todo con el prolífico compositor M. Carrascosa, y las marchas moras se adoptaron en la posguerra y por una sóla comparsa, los Moros Realistas, manteniéndose el pasodoble por tradición en las 3 comparsas de moros más antiguas. Las marchas cristianas, inauguradas en 1958 por Aleluya de Amando Blanquer, se utilizan por el contrario en pocas poblaciones y de forma casi exclusiva en las del modelo alcoyano. Es significativa la similitud de muchas de ellas con las marchas de los desfiles que aparecen en las bandas sonoras de las superproducciones de tema histórico realizadas en Hollywood en los años cincuenta y sesenta (Quo vadis?, Ben-Hur, etc.), de donde se podría inferir una posible influencia del cine histórico en el género de la marcha cristiana.
            En esta misma etapa se ha extendido la fiesta de moros y cristianos por toda el área levantina, ya completamente formada, dando prioridad a los desfiles en estas nuevas poblaciones y relegando los demás actos festeros a un segundo plano o incluso eliminándolos, sobre todo los caracterizados por la arcabucería. Pero al mismo tiempo, y debido al estancamiento de las fiestas alcoyanas, que no han realizado la transformación descrita, se ha roto la antigua homogeneidad geográfica de las fiestas de moros y cristianos y se han empezado a definir dos tipos de fiestas claramente diferenciados, el de Alcoy y su área de influencia, que se mantiene invariable con una restringida participación de la población, y el del valle del Vinalopó y comarcas adyacentes que, aun manteniendo intactas las tradiciones de cada población, se hace más participativo y accesible a todas las clases sociales. El modelo alcoyano se ha extendido en los últimos años a las poblaciones más próximas (Cocentaina, Muro, Ibi, Ontinyent, el barrio alicantino de San Blas, etc.), mientras que el modelo del Vinalopó lo ha hecho por otras muchas poblaciones. Para el mejor conocimiento de las fiestas se han celebrado los congresos de Villena en 1974, de Ontinyent en 1985 y varios Encuentros y Symposia sobre distintos temas festeros y, tras el congreso de Villena, se creó la U.N.D.E.F. en 1976, que ha servido para dignificar la fiesta y para profundizar en las relaciones entre los pueblos que celebran las fiestas de moros y cristianos.