Miguel Riquelme Pomares. Asesor Religioso de la Asociación de Fiestas de Moros y Cristianos “San Francisco de Asís” de Crevillent
Las fiestas de Moros y Cristianos de Crevillent están bajo el patronazgo de San Francisco de Asís. Cuando hace algo más de cuatro años aparecí por estos lares me llamó la atención el orgullo de los responsables de los Moros y Cristianos, cuando al hablar de San Francisco afirmaban que a los Moros y Cristianos se debe el que San Francisco, Patrón de Crevillent, pero Patrón olvidado, haya vuelto a adquirir notoriedad en nuestro pueblo.
He indagado en las primeras revistas de la fiesta (1966 y 1967) para ver cómo se planteaba esta cuestión al principio, hace ya más de cuarenta años, y a continuación expongo la perspectiva con la que al comenzar las fiestas se abordaba este asunto.
San Francisco es Patrón de Crevillent sobre el fondo de una devoción que viene de tiempo inmemorial. De hecho ya hay constancia en los primeros libros del archivo parroquial (finales del siglo XVI) de que cristianos del lugar eran enterrados con el sayal franciscano en las criptas abiertas bajo el altar del santo en la Iglesia Vieja. También fue erigida la Orden Tercera de San Francisco y la Santa Sede concedió al altar de San Francisco la categoría de Altar privilegiado.
Anselmo Mas Adsuar (Cronista Oficial de la Fiesta) llega a decir que las fiestas de Moros y Cristianos que había en Crevillent por el siglo XVII, coincidían con el otoño porque según la tradición fue un día de San Francisco, cuando las huestes de D. Jaime el Conquistador, entraron en nuestra Villa, siendo el propio Santo quien les facilitó el acceso, abriéndoles las puertas. Y abunda en el tema diciendo que “Hasta hace pocos meses se conservó la hornacina, que nuestros antepasados levantaron en honor del Santo, precisamente en la Puerta de Ruiza, lugar donde según la tradición se produjeron los hechos”.
Todos estos motivos explican que San Francisco tuviera en el pasado una dulce y fantástica leyenda, como Patrón, pero ya casi olvidada, e incluso un templo en lo que hoy es Mercado. Ciertamente el dulce “poverello” reinó en las almas crevillentinas.
Pero, andando de mal en peor, la celebración de la festividad patronal terminó pasando casi desapercibida, y de no haber sido por la abundancia de Pacos que hay en nuestra villa, casi habría terminado en el olvido. Menos mal que esta circunstancia y el “Rosari” de la Aurora, hicieron posible que, al menos oficialmente, continuáramos honrando al “poverello”.
Fue seguramente por su proximidad a San Cayetano (7 de agosto), en cuya Feria nuestros antepasados solían volcarse, que nunca fue honrado con la abundancia de medios materiales que su condición de Patrono requería, de modo que la alegre imprevisión de nuestros antepasados les hacía llegar el mes del Rosario, tras el veraneo en “el Pinet” y la Feria, sin medios económicos para una brillante celebración de su festividad.
En 1965 un puñado de mozos crevillentinos se imponen la tarea de darle a las fiestas del Patrono la altura que se merecen, y para ello comienzan por fundar la “Junta de Festejos de Moros y Cristianos” que lleva el nombre del Santo. La experiencia del primer año les anima; numerosos paisanos jóvenes se sumaron con entusiasmo a la exaltación de las fiestas del Patrón y también recibieron numerosas voces de aliento. Trabucazo va, trabucazo viene, Crevillent fue recuperando el honor y la alegría de honrar a su Santo Patrón como  muchos crevillentinos sentían que merecía.
Realmente ¿qué motivó la recuperación del patronazgo de San Francisco y su vinculación con los Moros y Cristianos?
En primer lugar la religiosidad que, como Salvador Doménech indicaba en la revista de 1967, está latente en cualquier fiesta popular como fondo religioso que tiende a homenajear pública, solemne y colectivamente al ser celestial cuyo patrocinio recae sobre la población festera. Crevillent no podía olvidar la figura excelsa del pobrecillo de Asís, como Patrón, como cristiano y como guerrero. Los primeros festeros expresan el deseo de que su grandiosa figura sirva de ejemplo en su pobreza y su humildad, a los que laboran en la ofrenda de una sana diversión para el pueblo, con motivo de las fiestas de Moros y Cristianos. A esto se unen dos razones más. Una puramente externa y otra que apunta al corazón de la celebración. La externa se refiere a que la fecha de San Francisco equidista exactamente seis meses de la Semana Santa, la gran fiesta tradicional de Crevillent, y la que apunta al corazón de la fiesta se refiere a la necesidad de superar la cosa fría y protocolaria a que había quedado reducido la Festividad de San Francisco en Crevillent, como indica en su saludo de la revista el mismo alcalde, junto con el apunte histórico, anteriormente citado, de que ya en el siglo XVII había unas fiestas de Moros y Cristianos que coincidían con el otoño, puesto que según la tradición fue un día de San Francisco cuando las huestes de D. Jaime el Conquistador entraron en la Villa de Crevillent.
Así se explica la convicción del entorno festero crevillentino, claramente expresada ya en la revista de 1967 por José Candela Adsuar, de que a los “moros” y “cristianos” debemos la recuperación de la festividad, celebrada ahora con inusitado esplendor.