UNION DE FESTEJOS SAN PEDRO APÓSTOL
“AGOST”
 
 
EMBAJADA MORA
 
 
MORO.-                     ¡Ah del muro!
 
CENTINELA.-            ¿Quién me llama?
 
E. MORO.-                 Quien desea ser tu amigo.
 
CENTINELA.-            De tu nación no he tenido amigos ni acomodo.
 
E. MORO.-                 Si no conoces lo fino de los pechos mahometanos, los desprecias sin motivo.
 
CENTINELA.-            Cuando vosotros tratáis al cristiano con cariño, algún interés os llama.
 
E. MORO.-                 Engañado has discurrido, pues hoy vengo solamente a buscar tu beneficio.
 
CENTNELA.-             Beneficios de tu mano, los detesto y abomino.
 
E. MORO.-                 ¡Ah, que engañado que vives!. Tú mudarás de designio cuando sepas mi intención.   Di al Jefe de ese Castillo que salga, que quiero hablarle.
 
CENTINELA.-            Aquí llega ya el Caudillo.
 
E. CRISTIANO.-        ¿Quién me llama?
 
E. MORO.-                 Quien te estima, quien desea ser tu amigo.   ¡Alá te guarde, español, y te conserve en su gracia, los años que viva el Fénix, en agravio de la parca!.   Mas guardando los elogios que tu persona bizarra se merece, que pues ellos son muy dignos de alabanzas, paso luego a proponerte una amistosa embajada.
 
E. CRISTIANO.-        Ya penetro, noble moro, en tu intención y designios.    Di tu embajada advirtiendo que soy español altivo y tengo poca paciencia para escuchar desatinos.
 
E. MORO.-                 El gran sultán, Mahomet, mi poderoso monarca a quien rinden vasallaje tantas testas coronadas; rey de la hermosa Sevilla, de Cádiz, Jaén, Granada, Córdoba, Murcia, Valencia, Gibraltar, Ceuta y Alhama; y en fin, por no ser molesto, señor de cuanto comanda desde el Pirineo helado hasta las costas saladas que, altivo, el Océano lame y el Mediterráneo baña, a ti, valiente cristiano, salud te envía y consagra todas sus riquezas juntas y todo aquello en que manda.   Teme el rencor que me anima, teme el fuego que me abrasa, pues soy Nerón en la ira; fiero Atila, en la venganza; fuerte Pirro, en el valor, y el gran Tarik…… que ya basta, ya que sólo puedo ser retrato fiel de su fama.   (Pausa)
 
                                    ¿No tiemblas al ver mi pecho encendido en viva rabia?.   Pues, ¡Vive el luciente Febo! Que si un momento retardas en entregar esos fuertes, antes que las luces claras se sepulten presurosas en las espumosas aguas del Océano insondable, he de asaltar esa plaza, he de arrancar sus almenas, he de destruir sus casas, he de incendiar sus palacios, he de aplanar sus murallas y he de rociar las calles con vuestra sangre villana, haciendo que sea otra Troya, esta tarde, aquesta plaza.   Elige lo que quisieres: o rendirla y entregarla sin quimeras ni disputas, o experimentar mi saña.   No confíes en tu Dios, ni en su ley que llamas sacra, pues si en su gracia confías, cierta será tu desgracia.
 
E. CRISTIANO.-        Anda, ve y dile a tu Rey que hago burla de su aviso; Que desprecio su embajada y de su poder me río; que me suponen muy poco sus Alejandros y Pirros, los Romanos y los Persas, Cartagineses y Ciros, y todo el fausto pomposo del asiático dominio; que soy español… ¡y basta!, Pues se tiene bien sabido, desde el uno al otro polo, que el Español siempre ha sido, entre todas las naciones, respetado y aún temido.
                                    Si esto le enfada, y pretende conquistar este castillo, que venga él mismo en persona y que se traiga consigo todo el poder del Oriente.   Verá, entonces, moro altivo, cómo al filo de mi acero, aunque a miles los morillos sus locos planes defiendan, ha de ser muerto, o rendido.   Esta es mi respuesta, moro.   Si es que acaso te ha ofendido, cuerpo a cuerpo, lanza a lanza, en este campo florido te aguardo, donde verás que sé cumplir cuanto digo.
 
E. MORO.-                 ¡Mi embajada desprecias!
                                    Pues, ¿a qué espera mi rabia?.   No habrá quién te favorezca, yo humillaré tu arrogancia, yo vengaré tu desprecio a costa de tu desgracia, yo reduciré a cenizas el recinto de esta plaza; mas ¿para qué me detengo en discursos ni en palabras, cuando se me enciende el pecho y el corazón se me abrasa al ver que gente tan vil desprecia así mi embajada?.   ¡Vive Alá y mi gran Profeta!, que, esta tarde, acreditada he de dejar mi opinión, a costa de tu desgracia, me verás trepar, osado, aquestas fuertes murallas, penetrar cual rayo ardiente por sus débiles escuadras, esparciendo entre tus filas la muerte triste y helada.   Y así, aquesta lo dirá, que es terror de las Españas; pues sólo con que la mires, manejada por mi saña, basta para confundiros y reduciros a nada.
                                    ¡Ea!, Africanos valientes, asaltad luego esta plaza, haciendo que sus almenas, torres, fuertes y murallas, palacios, jardines, templos y sus numerosas casas, derribados, por los suelos, sirvan de alfombra a mis
plantas.   Y tú, valiente cristiano, si mi vista no te mata, en el campo del honor mediremos las espadas.
 
E. CRISTIANO.-        Basta, moro; si no te inmunizase de embajador el nombre, te aseguro que puede que mi cólera llegase, y en mi santo furor, a ser tan duro, que en mis fuertes y membrudos brazos te hiciera, moro vil, en mil pedazos.   Di a tus mísera huestes que aquí espero.   Por locas, ambiciones e importunas, morderán, ¡vive Dios!, tus Medias Lunas de la derrota el polvo en este suelo.
E. MORO.-                 Pues en breve verás tu soberbia castigada. ¡Ea!, Fieros capitanes, desplegad ya la batalla, Avancen los musulmanes, con picas y cimitarras, arrollando cuanto encuentren.   La caballería brava del invencible mozárabe corra toda la comarca, llevando ante sí el terror, la muerte, el miedo y la rabia.   Los valientes mamelucos, sin perdonar vida humana, talen, incendien, destruyan cuanto en la Villa se hallara. ¡Que no quede en pie una piedra que lleve el nombre de España!…..
 
E. CRISTIANO.-        Modera, ministro moro, las agresivas palabras.   Tu terquedad abandona, que tus planes, por su audacia, pasan a ser desvergüenza muy punible y temeraria.
 
E. MORO.-                 ¿De ese modo me respondes?   Si el fuerte no te amparara, tal denuedo no tuvieras.
 
E. CRISTIANO.-        Con la punta de mi espada también en medio del campo contestaré a tu bravata, en el momento que gustes.
 
E. MORO.-                 Pronto será.
 
E. CRISTIANO.-        Pues en marcha, y ven luego, que te espero.
 
E. MORO.-                 Vendré a humillar tu arrogancia.
 
E. CRISTIANO.-        Vendrás a exaltar mi honor.
 
E. MORO.-                 Vendré a vindicar mi fama.
 
E. CRISTIANO.-        Vendrás a ser tu ignominia.
 
E. MORO.-                 Vendré a postrarte a mis plantas.
 
E. CRISTIANO.-        Vendrás a ser el tapiz de estas mis fuerzas cristianas.
 
E. MORO.-                 Aborrezco tanto orgullo.
 
E. CRISTIANO.-        Me fastidian tus palabras.
 
E. MORO.-                 Callemos y en la ocasión sólo hablen las espadas.
 
E. CRITIANO.-           San Pedro nos proteja. Di a los tuyos: ¡Guerra Santa!.
 
E. MORO.-                 Alá defienda a mis huestes: Di a los tuyos: Al arma, al arma……           
 
 
UNION DE FESTEJOS SAN PEDRO APÓSTOL
“AGOST”
 
 
EMBAJADA CRISTIANA
 
E. CRISTIANO
¡Ah del castillo…! ¡Ah del fuerte………!
 
CENTINELA
¿Quién Vive?
 
E. CRISTIANO
España.
 
CENTINELA
¿Y que pretendes, cristiano?
 
E. CRISTIANO
Vengo a dar una embajada al jefe de este castillo, avísale, di que salga.
 
CENTINELA
¿Aún insistís, infelices, con importunas demandas? ¿Aún no estáis desengañados? ¿Aún queréis pruebas más claras, testimonios más patentes del poder de nuestras armas? Confesaos inferiores, humillad vuestra arrogancia, deponed vuestra soberbia, cese ya vuestra jactancia, buscad otro domicilio, que en Agost ya no hay entrada, pues, necios, la despreciasteis cuando con paz se os brindaba, vuestra incauta resistencia ha sido el fomes y causa para que halléis al amparo del pueblo, puertas cerradas.
 
E. CRISTIANO
No es tu misión centinela, más que pasar la palabra.   Cumple con tu obligación, si sabes las ordenanzas.   Dí a tu jefe que le espero; porque, si no, a voces altas yo mismo le llamaré.
 
¿ Que respondes, di, qué aguardas?
 
E. MORO
No te impacientes, cristiano, y mira que la desgracia va en pos de todos vosotros.   No es tiempo ya de esa insana e infatuada altivez; si no de venerar las altas vencedoras Medias Lunas y banderas otomanas.
 
E. CRISTIANO
Es verdad; pero al vencido nunca, señor, se le trata ni, menos, se le recibe con tal desprecio; la España trata a los embajadores como a personas sagradas, y como a tales, les mira.   No un centinela; el Monarca es quien los recibe afable, los venera y agasaja.
 
A más de esto, mi impaciencia procedía y dimanaba del deseo que tenía de ponerme a vuestras plantas y cumplir mi comisión.
 
E. MORO
Dila pues, pronto
 
E. CRISTIANO
Escuchadla. (pausa)
 
Don Jaime el Conquistador, que justamente domina desde Mallorca a Villena por sus rápidas conquistas, dueño y señor de Valencia, de las fértiles provincias que bañan el Turia y Júcar, de corrientes cristalinas, y de las que baña el Serpis, en la huerta Alicantina, a ti, capitán valiente, con su gracia te convida y un partido te propone en que tu fortuna estriba.   Tú, noble moro, bien sabes cuán sin razón ni justicia ha usurpado tu Monarca esta desgraciada villa, que a donde falta p
rudencia, no cabe la valentía.    Esto es, moro a lo que vengo, a lo que Jaime me envía.
 
Entrega pues, esta plaza, si no quieres que a tu vista trepe mi gente al asalto y ocasione tu ruina.   No lo dudes, que me ampara la protección de María y del Apóstol San Pedro, Patronos de aquesta villa.
 
E. MORO
Con gran prudencia, cristiano, oí tu embajada altiva, dictada por la arrogancia, más que por la valentía.   Mucho pudiera decirte en respuesta a tu osadía; mas tengo poca paciencia para escuchar injusticias.   Di a tu Rey que no está cuerdo; que de su empresa desista; que el crédito de sus armas a la mayor ignominia expone, si, osado, intenta de esta plaza la conquista; que no temo su poder, ni sus fuerzas me intimidan; que hablar poco y obrar mucho es la mayor valentía; ni su furor ni pujanza, ni su rencor ni osadía me hará apartar de mi Rey, ni obligarme a que desista de cumplir con mi deber y defender la justicia.   Dile, en fin, que soy soldado y sabré arriesgar mi vida en defensa de mi Rey, de su trono y monarquía, pues, ¡vive Ala!, que mi brazo, armado de esta cuchilla, (saca la espada), es capaz de destrozarte y reducirte a cenizas, y así, sabrás que desprecio tus amenazas altivas, porque sé que, muchas veces, la arrogancia es cobardía.
 
E. CRISTIANO
Supuesto que tan soberbio mis ofrentas desestimas, yo te juro por mi nombre, por mi Patria y Ley divina, que antes que venga la noche, he de asaltar esa Villa, he de arrancar sus almenas, he de incendiar la campiña y, si a las manos llegamos, verás tu altivez, rendida; esta plaza, restaurada; mi gloria, restablecida; triunfante, la cristiandad y abatida la morisma.
 
E. MORO
Pues en campaña te espero donde apreciarás mis iras.
 
E. CRISTIANO
Yo castigaré tu audacia, vertiendo tu sange indigna, y de cuantos te acompañan; pues la llama de mi pecho es tan ardiente y activa que cual volcán, con su fuego, os convertirá en cenizas. (Pausa)
 
¿Quieres pues, verlo? Atención (saca la espada)
 
¡Al arma! ¡Al arma!, milicias; fórmense los escuadrones y el fuerte al momento embistan; rompa el tambor, toquen marcha las cornetas que horrorizan; den señal los capitanes y divídanse en guerrillas, todos sus soldados luego; marche la caballería, arrollando cuanto encuentre; avance la infantería.
 
E. MORO
Sella el labio, cristiano presumido, y por hecho no des lo que la suerte de las armas dará por decidido.
Tu fatua arrogancia me ha enseñado…………
 
E. CRISTIANO
Yo apoyo mi arrogancia en Jesucristo.
 
E. MORO
Es un falso profeta.
 
E. CRISTIANO
¡Ah! Blasfemo; teme los rayos, teme los castigos de su poder invicto e insuperable.   El tornará en venganza de sus hijos y sembrará el terror, susto y desorden sobre tus huestes……
 
E. MORO
¡ Soldados míos!
¡ Al arma! ¡ Experimenten los cristianos el estrago cruel y agudos filos de vuestras impertérritas cuchillas! ¡Viva Mahomet! ¡Librad este castillo!
 
E. CRISTIANO
¡ Arriba Agostenses! ¡ Viva España! ¡Defendamos la fe de Jesucristo!