Sin que sepamos exactamente por qué, heredaron las fiestas de San Blas y San Agustín estas manifestaciones todavía durante el siglo XVII, pero alcanzaron su mayor esplendor en el XVIII al prohibirse la pólvora y las armas y fomentarse de rechazo las danzas. Así, a San Agustín se le adjudicaron “les Danses i Dansetes”, que todavía perduran; y a San Blas, por su parte, “els momos i máisqueres”.
            Y próxima a Sax, en una localidad como Yecla, tan relacionada históricamente con Sax desde tiempos medievales, también hay constancia de danzas en el Corpus, como explican Montes Bernárdez y Ruiz Molina al hablar de Jumilla y Yecla: “Conocemos para el caso de Jumilla que desde el siglo XVI se practicaban también para el Corpus, danzas al estilo de los “seises” de Sevilla, en este caso los danzantes actuaban en número de ocho junto a un maestro de ceremonias, acompañados de un dulzainero. Este tipo de danzas podía celebrarse tanto en el interior de las iglesias como en la calle. Serán suprimidas en 1780 por prohibición expresa de Carlos III. Sabemos también que en ocasiones los danzantes era contratados en el Reino de Valencia para participar tanto en Jumilla como en Yecla. Probablemente, las danzas a las que se refiere el texto sean de las denominadas de “moros y cristianos” o de “espadas”, que vinieron a desarrollarse con relativa profusión en el Reino de Valencia durante los siglos XVII y XVIII.”
Estas danzas de Jumilla fueron estudiadas por Hernández Carrión, a través del libro de cuentas de la Cofradía del Santísimo Sacramento: “Por este libro de cuentas sabemos que se ejecutaba una danza al estilo de los seises actuales sevillanos: los danzantes eran ocho y un maestro de ceremonias, acompañados de un dulzainero (el tío de la pita) traído de fuera de la localidad, fundamentalmente de Valencia o Murcia. Se bailaba en el interior de la iglesia, frente al altar mayor con el Altísimo presente, y Jueves Santo, frente al monumento realizado al efecto. Nosotros suponemos que la misma danza o una versión de la misma era la que se bailaba en la procesión, por ser una costumbre muy usual y extendida en este tipo de ceremonias… En la segunda mitad del s. XVIII, la Cofradía contaba, entre sus propiedades, con dos juegos de ocho libreas, así como sus correspondientes sombreros, lo que le permitía alquilar un juego de libreas, generalmente el viejo, a otras cofradías, entre ellas a la de Yecla: “12 reales que ha devido cobrar por el alquiler de las libreas viejas que se prestaron a Yecla”; esta anotación se recoge en las cuentas de los años: 1761 al 65, siempre en fechas próximas a la festividad del Corpus Christi. Lo que nos induce a pensar en un tipo de representación o ceremonial parecido en Yecla.
            La danza dejó de representarse tras la prohibición de Carlos III en 1780, por la que “en ninguna iglesia… sea Catedral, Parroquia o Regular, hay en adelante danzas y gigantones; y cese del todo estas prácticas en las procesiones y demás funciones eclesiásticas, como poco conformes a la gravedad y decoro que en ellas se requiere”. El propio José Mª Lozano clasifica esta danza del Corpus y Jueves Santo como Religioso-Cortesana, muy propia del barroco. Es lamentable que no se hayan conservado partituras, ni descripción de este tipo de danza, que documentalmente sabemos de su existencia.”
            Tal vez las danzas que los pajes realizan ante el capitán sean una reminiscencia de estas danzas que sabemos existían en Jumilla, Yecla y Villena en el Corpus, como pone de manifiesto el siguiente cabildo celebrado en Villena el 3 de julio de 1735, donde después de tratar sobre la próxima revista de tropas de Villena, Caudete y Sax, se toma el siguiente acuerdo sobre el Corpus: “En atención a que en el año antezedente pasado de mil setecientos treinta y quatro se solicitó por esta Ciudad reduzir la Prozesión del Corpus y todas las Generales a que fuesen por calles, las más acomodadas y dezentes, y con concurso de los cabildos eclesiásticos de ambas parrochias, el de Arzipreste y curas se logró la aprovación del Sr. Obispo de este obispado, y está assi establecido, y porque es consiguiente concurrir esta ciudad a que la dicha prozesión del Corpus se execute con el mayuor luzimiento y dezencia, se acordó de una conformidad, que por cuenta de esta ciudad y por mano de los caballeros comisarios nombrados para todas festividades del año, se disponga y solicite, danza, dulzaina, tarasca, gigantones, enanos, y que se procure con el maior cuidado el adorno y dezencia de las calles, y por lo que toca de los gigantones, enanos, que por el corto tiempo no podrán disponerse, se executen para el año próximo que biene, y para todo se libre lo nezesario de rentas de propios; y los mismos caballeros comisarios harán saber esta resolución a los curas y cofrades de las cofradías de ambas parrochias, para que por su parte concurran al el mayor luzimiento y dezencia de la funzión, así con las achas de las cofradías, como con alguna pólvora, según lo acostumbran.”
            Como hemos visto anteriormente, un decreto de Carlos III de 1780 prohibió los bailes y danzas en las iglesias, pues era frecuente que en las fiestas de los pueblos se hicieran unas danzas con música en honor del patrón dentro de las iglesias y en las procesiones, lo que fue prohibido. En el caso de Sax, en los primeros años del siglo XIX, todavía están presentes los infantillos (en Murcia, cada uno de los niños que, como los seises, cantan en el coro de la catedral), como manifiestan las cuentas de la Cofradía de la Asunción, por ejemplo en la función extraordinaria de fecha 16 de octubre de 1814: “Es Data: Doscientos cincuenta y nueve reales que ha satisfecho por el novenario que a Nuestra Sra. se le ha hecho en acción de Gracias por la venida a España de Nuestro Soberano Don Fernando Séptimo y Procesión General con Te Deum en el mismo día de su Santo, y es, a saber, ciento quarenta y quatro reales por nueve misas cantadas con diáconos, a diez y seis reales cada una; cincuenta y quatro reales por nueve novenas y nueve salves, seis reales por la Procesión General; dieciocho reales por tañer las campanas; trece reales al entonador e infantillos; y los beinte y quatro reales restantes por dos tercias”.
            Es posible que en algunos casos, como en Sax, a raíz de la prohibición de danzas en las procesiones religiosas como el Corpus, las mismas se trasladasen a las procesiones de arcabucería, donde este tipo de danzas barrocas y cortesanas quedaron más disimuladas y pudieron seguir realizándose hasta la actualidad, en honor del Patrón y ante el capitán. Hemos visto que en Villena, y seguramente también en Sax, en las procesiones del Corpus, participaba la arcabucería, lo que no ocurre tal vez desde la prohibición de 1780. Y también sería en esta época, a finales del siglo XVIII, cuando el paje e
mpezaría a ser realizado por niñas de corta edad, manteniendo la figura militar, pero complementada por la pureza de niñas de corta edad, que al realizar sus pasos de danza, delante del capitán, pero en la procesión religiosa del patrón, no podrían levantar las sospechas de falta de decoro y de respeto a la religión que habían propiciado su prohibición en 1780.
            Para finalizar esta hipótesis sobre el origen cortesano y señorial de la figura del paje, rodela y volante, y sobre la significación religiosa de sus pasos de danza, unos versos del poeta sajeño Juan N. Chico Amat, dedicados a los pajes que recogen ambos aspectos:                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                       
                                   “Capullitos. Promesa de azucenas
                                   que engalan las calles de mi SAX.
                                   Esperanza y primor son estas nenas,
                                   en la incomparable Fiesta de San Blas.
                                   Esmeraldas, rubíes, diamante;
                                   no igualan en fulgor a su belleza,
                                   cuando entre sus guerreros, rutilantes,
                                   en los desfiles lucen su gentileza.
                                   Hace oraciones de fuego el arcabuz
                                   al disparar su apuesto capitán,
                                   que veloces al cielo llegarán
                                    pues la rodela y bastón forman la cruz.
                                   En vuestros etéreos saludos, reverentes
                                   prendéis soles y lunas con las manos;
                                   porque todo en mi Sax es diferente
                       &nbsp
;           En su Fiesta de Moros y Cristianos.”
 
 
 
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